La aparición de las criptomonedas hace más de una década supuso una revolución de magnitud global, no solo por lo que significó a nivel financiero (realizar transacciones electrónicas anónimas, descentralizadas y sin intermediarios), sino porque trajo consigo la tecnología blockchain, en la que se basa su funcionamiento.
Blockchain, o cadena de bloques, es una de las claves de la transformación digital. En general, puede definirse como una forma de contabilidad distribuida y altamente segura gracias al uso de criptografía. Es decir, un registro detallado de datos de todas las operaciones y transacciones que se realizan en una red. Estos datos se agrupan en bloques, que se enlazan unos con otros mediante cifrado.
Para entender qué es la tecnología blockchain, hay que tener claras tres características:
Está distribuida: el registro es único, pero se generan copias sincronizadas a las que tienen acceso todos los participantes en la red, ya que se trabaja en múltiples nodos (computadoras o chips). Cuando se añaden datos en uno de los nodos, son visibles y rastreables automáticamente en el resto. A su vez, cada bloque está vinculado a un usuario específico.
Está descentralizada: no existe un único centro de control que gestione o valide las operaciones, sino que lo hacen los propios participantes del sistema (aunque esto solo es realmente cierto en blockchains públicas, ya que existen cadenas privadas o semiprivadas, operadas por empresas u organizaciones, con acceso restringido y control total o parcial de las operaciones).
Es inmutable: si se añade un bloque a la cadena, no puede ser alterado ni modificado gracias a la criptografía que los enlaza. Si hubiera un error en el registro de datos, se tendría que crear una nueva transacción para revertirlo, y ambas transacciones seguirían visibles.
¿Cómo funciona?
Cuando se produce una transacción en una blockchain, se registra como un bloque de datos, que tendrá un código alfanumérico único (hash) generado a partir de la información contenida en ese bloque y del hash del anterior. El bloque se transmite a todos los nodos de la red, que se encargarán de validar la transacción para añadir el bloque a la cadena.
Para validar un bloque, la mayoría de los nodos de la red deben estar de acuerdo. Para ello, se utilizan algoritmos de consenso, entre ellos:
Prueba de trabajo (PoW): los nodos, llamados “mineros”, compiten entre sí para resolver complejos problemas matemáticos (hash puzzles). El primero que resuelva añadirá el bloque a la cadena y recibirá una recompensa en forma de criptomonedas y tarifas de transacción.
Prueba de participación (PoS): en este caso, los participantes pueden validar las transacciones según la cantidad de criptomonedas que poseen y que “apuestan” como garantía. El nodo ganador también recibe una recompensa.
Beneficios de la tecnología blockchain
La principal ventaja de blockchain es la seguridad: su naturaleza encriptada y distribuida la hace extremadamente difícil de hackear, porque la cadena está presente en miles de nodos al mismo tiempo y las funciones hash protegen los bloques de alteraciones externas. El cifrado de los datos garantiza la privacidad, mientras que la transparencia del registro, inalterable y visible para todos los participantes, permite la trazabilidad de todas las operaciones.
Blockchain también es rápida y eficiente: los datos se almacenan y verifican a medida que se generan, y permiten operaciones casi instantáneas entre múltiples participantes y sin intermediación de terceros.
Todas estas características hacen que la tecnología blockchain haya empezado a aplicarse en diversos sectores más allá del financiero. Desde el seguimiento de la cadena de suministro hasta el intercambio de registros médicos, pasando por la gestión de activos o de derechos de autor, cada vez son más las entidades que aplican blockchain para hacer sus procesos más eficaces, ágiles y seguros. Indudablemente, esta tecnología seguirá evolucionando y desempeñando un papel fundamental en la sociedad digital del futuro.